Las opciones de la pintura / por Pilar Bonet


Texto para el catálogo de la exposición paulo escobar-elorza entrànsit

Museu d'Art Modern de Tarragona 10 dic 2009 - 10 ene 2010







Había un tiempo en que arte y pintura eran sinónimos. El reinado de la pintura, una historia de siglos de oro y prosperidad artística. Eran pasajes míticos cuando el pintor sostenía el poder del mundo de la representación y la pintura instruía y admiraba a los espectadores. Siglos de lentas evoluciones estéticas y breves sobresaltos conceptuales, cando la sensibilidad y las técnicas mudaban una o dos veces en la vida de un artista. Un tiempo de antes, una historia en pasado que ahora tan sólo podemos fabular.


Hoy, el mundo de la imagen y de las comunicaciones circula en vertiginosas atopistas mediáticas, entre paisajes de extrema movilidad y usuarios impacientes. Las tecnologías visuales generan contenidos que cambian aceleradamente en un mercado de valores y emociones siempre a la interperie de las oscilaciones. En esta vorágine icónica, ahora la pintura se muestra menos autoritaria y más competente. Diríamos que ejerce menos poder y más sentido crítico, en definitiva, recupera la potencialidad artística.



La pintura es un arte bien musculado, en plena forma. Desde hace un tiempo sostiene un pulso con la fotografía, las nuevas tecnologías de la imagen y las redes sociales. La producción pictórica de carácter ensimismado y de precisa habilidad técnica, lleva más de cien años de confrontación con la poderosa imagen industrial, la velocidad audiovisal y el ingenio digital. Pero estos retos, lejos de vaciar de sentido la práctica de la pintura, mantienen en forma su voluntad técnica y conceptual, incluso podemos decir que ha sido una disputa provechosa si analizamos las últimas aportaciones de los artistas contemporáneos.


A pesar de todo, la pintra no ha abandonado su presencia y autoridad en el ámbito del mundo del arte y se ha desplazado hacia otros pntos de observación, nuevos sistemas de representación y distintas lecturas estéticas y sociales, ampliando sus procedimientos. La pintura ya no es sólo una superficie coloreada; tampoco una dialéctica entre el lenguaje figurativo y el abstracto. La pintura no es un marco ni una firma de autor. Ahora, la experiencia pictórica vive my cerca de los nuevos imaginarios sociales, capaz de redefinir el mundo de la imagen y repensar los conflictos de la representación. La pintura se ha convertido en los últimos tiempos en una actitud de vida capaz de cuestionar la historia, los modelos y los márgenes de la tradición pictórica.



Las obras de Paulo Escobar-Elorza son herederas de toda la gran historia de la pintura y del género paisajístico. Realizadas a tiempo lento, pincelada a pincelada, pero impregnadas también de los nuevos imaginarios urbanos e industriales, de las últimas teorías de la comunicación y del pensamiento contemporáneo. Sus imágenes, de piel monocroma, capturan la presencia de la ciudad desde las cámaras de vigilancia urbana, de los dispositivos de control de la sociedad del siglo XXI.


Las telas están pintadas con grises videográficos, con las tramas digitales y el pixelado de la luz. Son pinturas de paisaje, pero no visiones contemplativas, sino escenarios de tránsito real, allá por dónde deambula el propio artista. Las calles, los cruces, el paso de peatones o las luces del semáforo no son sólo figuras y profundidad de campo, sino que acontecen en un tiempo real capturado en el tiempo de la pintura, más interior y menos fugaz. Las superficies configuran todo un mapa de vocabularios visuales.




La base de la búsqeda que hace el artista se centra en la importancia de las imágenes en el desarrollo de cualquier tipo de actividad mental y en la construcción de nuestra vida. Las calles que vemos a través de la cámara son los entramados urbanos de Santiago de Chile, de su ciudad y de sus derivas y que la pintura trata como conciencia visual. Así, Paulo Escobar-Elorza relativiza el espacio pictórico y las estrategias ópticas de nuestra cltura al confrontarlas con otros espacios y miradas: las escenas que graba una cámara de control en el espacio público.




Sin duda, en nuestra sociedad global y dentro del imperio de la imagen, las tecnologías permiten una nueva interconexión de las vidas y de la autonomía del lugar, experiencias que consumimos con el menosprecio de toda vivencia espacial. Todo está diferido, nada es en directo. La obsesión por la grabación y la transmición convierte los momentos vividos en una pura emisión de imágenes, a través de la cual comunicamos casi sin mensajes. Sus pinturas atrapan y detienen el devenir vital de un "tiempo real" dentro del marco rectangular. Son como una microhistoria que vuelve el tiempo reversible, deshaciendo su soberanía visual y reencontrando una mirada más crítica.


Espiamos el paso de los peatones, la aceleración de los coches, el movimiento de las luces y sabemos que toda presencia original nos es negada, que vivimos de la transmisión y de su peculiar registro gráfico. Me gusta la pintura de Paulo porque me permite seguir pensando en la imagen como un hecho social y no sólo en la pintura como recreación, y también en la meditación de que el espectáculo de la visión tecnológica se alimenta de la fragilidad de la vida en este mundo hecho de retazos... nunca completo.

Las pinturas qe vemos son la pantalla de nuestra soledad comunicacional, del zapping existencial, de paisajes borrosos construidos del rastro y de la ausencia de toda referencia fija.



Pilar Bonet es historiadora y crítica de arte.